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El jet lag es un término prestado del inglés que al español se traduce como descompensación horaria. Más específicamente, el jet lag es un trastorno del sueño y de las funciones del cuerpo que usualmente se produce tras un viaje en avión demasiado largo, en el cual se pasa de un huso o zona horaria a otro muy diferente; para que se produzca es necesaria una diferencia de, por lo menos, cinco zonas horarias. Este desajuste tiene que ver con los ritmos circadianos.
El ritmo circadiano es, en palabras sencillas, el reloj interno natural que todos los seres vivos tienen instalado en su sistema operativo y funcional: seres humanos, plantas, animales, microbios y todo lo que puedas imaginarte que respira en el planeta Tierra se rige por un ritmo interno que responde a un ciclo de 24 horas, es decir a los periodos de luz y oscuridad.
Para los seres humanos, sobre todo, este reloj interno, que se encuentra localizado en el hipotálamo, es fundamental, pues le ayuda a regular los tiempos de sueño (en la noche) y de actividad (durante el día); eso explica que, con base en él, se produzcan cambios en la conducta, en la mente y en el cuerpo de una persona.
Entonces, ahora que comprendes que el ritmo circadiano coincide con los momentos de luz y oscuridad y a los horarios específicos del lugar al que estás habituado, podrás imaginar la confusión del cuerpo y la mente de una persona que vive en Sídney, Australia, y toma un vuelo de, por lo menos, 27 horas para llegar a Bogotá, Colombia, donde el huso horario tiene 15 horas de diferencia con respecto a su ciudad originaria.
Cuando ese pasajero llega a su destino final y mira el reloj, ya actualizado, su mente trata de ajustarse a la hora que marca la máquina, pero su cuerpo no responde naturalmente a ese tiempo. Por ejemplo, si su vuelo llega a las 10:00 P.M. y todo está oscuro y la ciudad en silencio, eso significa que es hora de cenar y acostarse, sin embargo, para ese momento, es su ciudad de origen será la 1:00 P.M., tiempo de almorzar y de continuar con la vida enérgicamente, no de descansar, y eso es lo que su cuerpo querrá: movimiento.
A ese desfase mental y corporal, que afecta también la conducta, es a lo que se le conoce como jet lag. En él también intervienen otros factores como las horas de vuelo, el número de escalas entre un destino y otro y su duración.
Como resultado del síndrome de los husos horarios, otro nombre para el jet lag, tu cuerpo produce unas respuestas involuntarias que cesan una vez se adapta al nuevo ritmo. Entre las molestias frecuentes se encuentran:
• Cansancio.
• Fatiga severa.
• Somnolencia.
• Insomnio.
• Ganas de dormir durante el día y de estar en actividad durante la noche.
• Dolor de cabeza.
• Irritabilidad.
• Ansiedad.
• Dificultad para mantener la concentración.
• Inapetencia.
• Náuseas.
• Constipación.
• Lentitud.
Las descompensaciones horarias tras un largo viaje son naturales, no obstante, siguiendo algunas recomendaciones es posible prevenirlas o, al menos, disminuir sus efectos y lograr que tu cuerpo se adapte con más facilidad a la nueva zona horaria.
Los consejos que podrían ayudarte a minimizar el jet lag, hacen parte de unas prácticas conocidas como higiene del sueño, que buscan, precisamente, cuidar la calidad del descanso durante el sueño y prevenir los desfaces horarios. Para ello es importante hacer consciencia a cerca de las actividades benéficas y las rutinas perjudiciales para tu sueño e intentar modificarlas, sobre todo, antes de emprender el viaje.
Consejos para adaptarte a nuevos horarios
Si estás preparándote para un largo viaje en el cual hay un cambio demarcado de zona horaria, toma en cuenta que el jet lag hará parte de tus consideraciones previas al viaje, del trayecto de vuelo y de tu proceso de adaptación al nuevo destino. Ignorar la existencia de este desfase en el tiempo natural de tu cuerpo, podría conducirte a afecciones de salud.
Disclaimer
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El planeta está dividido en 24 franjas horarias que permiten calcular el tiempo cronométrico en cada país del mundo, a partir de sumar o restar una hora, de acuerdo a la cantidad de zonas horarias entre un país y otro. Por ejemplo, si entre dos países hay cinco franjas horarias de distancia, es necesario sumar o restar cinco horas al tiempo que marca el reloj en uno para conocer la hora exacta del otro.
Se dice que, en su proceso natural de adaptación a una nueva zona horaria, el cuerpo necesita un día por cada huso que atravesó; es decir, que, si viajas a un lugar con 15 horas de diferencia respecto a tu zona horaria de partida, necesitarás 15 días para adaptarte, sin embargo, como un cuerpo es un sistema inteligente, es común que se tome como máximo una semana para ajustarse al nuevo ritmo.
Se tiene la creencia de que el desface horario es más complejo de sobrellevar cuando se viaja del oeste al este, porque en ese caso se le restan horas al día; por el contrario, cuando se viaja del este al oeste, como en el caso de quien viaja de Australia a Colombia, el cuerpo recibe horas de más que le ayudan a sincronizarse más fácilmente con el nuevo huso horario.